INTRODUCCIÓN

Es importante situarnos en el contexto actual de potencia energética decreciente para entender los procesos socioeconómicos en marcha y el estado de la sanidad. Como ya se ha descrito en la sección anterior los combustibles fósiles han sido y todavía son la fuente de energía que ha permitido el desarrollo del monstruo industrial, que ha apuntalado la agricultura para que asegure la producción de comida y que ha permitido el desarrollo de inmensas urbes de cemento y cristal, cuyo espacio está dividido en lujosos espacios de ocio para los "obreros", bellos jardines insertos dentro de la ciudad, calles repletos de comercios, fiestas nocturnas en pubs y discotecas, luz a raudales por la noche...en fin un derroche de energía nunca antes visto sobre el planeta...Sin embargo la factura está siendo demasiado alta: la contaminación atmosférica, acuática y terrestre bate todos los records de destrucción del medio natural jamás conocidos, excepción hecha del gran impacto meteorítico que arrasara la mayor parte de la vida sobre la tierra hace millones de años.

El medio natural, degradado hasta máximos desconocidos en la historia del planeta, hace inviable la salud entendida en su pleno sentido. Dependemos del medio natural. Siempre ha sido y será así. La factura que se cobra el sistema industrial en salud la debe atender. Grandes macrocomplejos hospitalarios, ciudades sanitarias en sí mismas, recogen a los enfermos que el mismo sistema genera ya que un porcentaje muy importante de enfermedades se deben a la toxicidad ambiental, tanto física como química. La cara amarga de la sociedad industrial es la degradación y destrucción de nuestros ecosistemas, además de las consecuencias sociales, miles de ancianos que a la sociedad industrial ya no le resultan rentables llenan residencias que los albergan con más o menos suerte, enfermos encamados se hacinan en salas de urgencias, el parto es una enfermedad solo tratable en un quirófano especial llamado paritorio donde miles de mujeres se ven sometidas diariamente a la violencia obstétrica en aras de la mínima mortalidad neonatal posible sin que importe el bienestar físico y psicológico de la madre, que con frecuencia y tras quedar traumatizada por el dolor, la ansiedad y las heridas quirúrgicas no puede ofrecer una lactancia natural al neonato. La muerte, la gran olvidada y escondida de la sociedad industrial no es atendida y miles de enfermos hoy todavía mueren solos, con dolor y olvidados. Sin embargo esta sanidad ha obtenido grandes logros: disminuir la mortalidad materno infantil, erradicar y controlar enfermedades infecciosas de rápida y a veces mortal propagación, la terapia antibiótica etc., pero tras casi 60 años de sanidad industrial los beneficios iniciales se han diluido en una incontrolable e insaciable pulsión por "fabricar" enfermedades, prescribir fármacos y obstaculizar todo intento de suscribir la prevención y la promoción de la salud así como las terapias alternativas y complementarias, naturales y con muchos menos efectos secundarios. Detrás de este obstáculo, basado en una actitud cientifista radical por parte de un amplo sector sanitario se esconde la gran industria farmacéutica, también hija de la era industrial y petrolífera. Las grandes corporaciones transnacionales compran gobiernos con la misma facilidad que promueven la generación de enfermedades imaginarias cuyo único "remedio", casualmente, es el sagrado fármaco, avalado por estudios estadísticos, que no científicos. Un ejemplo es la diabetes mellitus tipo II o del adulto, cuyos criterios diagnósticos tienen un margen cada vez más amplio, de forma que cada vez más individuos son diagnosticados como diabéticos con las consiguentes rentas para las farmacéuticas que además, cada vez más, consiguen las patentes y la sustanciosa posterior comercialización de los fármacos antidiabéticos, eso sí, avalados por numerosos estudios estadísticos que con más o menos fortuna y manipulando parámetros estadísticos logran calar en los rígidos protocolos de la llamada Medicina basada en la Evidencia. Otro ejemplo son los famosos y populares hipolipemiantes, "las pastillas para el colesterol", que no parecen tener ninguna acción beneficiosa en individuos sanos que tienen cifras de colesterol por encima de la media, y sin embargo sí producen muchos efectos secundarios.

Ya a finales de la década de los 70, tras la primera crisis del petróleo y en plena guerra fría, la OMS promovió un movimiento de concienciación internacional sobre la necesidad de replantear los sistemas sanitarios y en 1978 reunió en la ciudad kazaja de Alma Ata a representantes de 134 países y 67 organizaciones internacionales. En esta conferencia internacional se definió lo que vendría a ser el modelo de sanidad postindustrial que ningún país desarrollaría posteriormente al ser hábilmente revertida la crisis energética con el inicio de la privatización del fuerte sector público existente de servicios esenciales y la consiguente redistribución del capital. Energía barata a raudales fluía de nuevo y se olvidaron los postulados que se firmaron en Alma Ata sobre salud. A grandes líneas se planteaba en definitiva cambiar el eje del sistema sanitario del hospital y el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades al centro de salud y a la prevención y promoción de la salud.

En el modelo industrial (arriba) el hospital es el centro alrededor del cual gira la sanidad. Desde los diferentes ámbitos (domicilio, escuela, comunidad, trabajo) la vía de acceso al diagnóstico y tratamiento de enfermedades y accidentes lleva al hospital.
En el modelo post industrial (abajo) es el centro de salud y la comunidad en colaboración, comunicación y de forma coordinada los ejes de la sanidad y el hospital es el último recurso donde solo están ingresados aquellas personas que precisan de tecnología media-alta como soporte vital y según estrictos criterios de gravedad.

Para ello se contempló la necesidad de pasar de un rígido modelo basado en la imposición desde los gobiernos, instituciones y servicios de salud a los usuarios tratamientos farmacológicos y cauces de atención y derivación a especialidades y hospitales a otro modelo más disperso que contempla a) la atención primaria de salud como eje del sistema desde el centro de salud y sus profesionales, con funciones de asistencia, asesoramiento en prevención y promoción de salud así como organización de servicios, b) el estado y las instituciones locales con funciones de dirección en estrategias de salud, supervisión de y apoyo a la ejecución de planes con c) la participación de las comunidades locales en la toma de decisiones, administración de recursos y elaboración de estrategias así como la puesta en marcha de iniciativas, evaluación y control de las mismas encaminadas a la consecución de los objetivos de máxima salud y bienestar a conseguir. Para ello se hacen imprescindibles la colaboración, comunicación permanente y coordinación entre los diferentes sectores institucionales y comunitarios.

Colaboración Comunicación
Coordinación
+ Participación
+ Autorresponsabilidad

Pero, ¿qué es salud? utilizamos mucho esta palabra pero ¿sabemos realmente cuál es su alcance? La OMS ya definió en 1948 la salud como el estado de completo bienestar físico, mental y social contraponiéndola a la mera acepción de ausencia de enfermedad. Y ¿de qué dependen el deterioro, mantenimiento y recuperación de la salud? De factores genéticos, ambientales y culturales. Aunque la predisposición genética nos haga enfermar en una dirección concreta la lista de enfermedades que se heredan no es tan grande. En cambio la lista de enfermedades ambientales engorda cada día. Conforme la degradación y contaminación del medio se hace más patente y los efectos del calentamiento global con sus cambios extremos de temperaturas y las catástrofes ambientales consiguentes tanto directas como indirectas (repercusiones ecológicas: epidemias) cercenan miles de vidas a diario se pone cada vez más de manifiesto la necesidad de sanar los ecosistemas como paso previo o al menos simultáneo a sanar a la gente. Así mismo, las relaciones que establece la gente entre sí también suponen un factor causante de estrés y vienen determinadas por patrones culturales patógenos en su mayoría (familia y sociedad patriarcales, monogámicas, represoras de la sexualidad...) y además por la percepción y las actitudes internas de cada individuo, lo cual genera además bucles auto retroalimentados de estrés de baja o moderada intensidad, crónicos en el mismo. Para recuperar la salud, diversos recursos que movilizan materia y energía o energía sola han estado y están a disposición de la gente (fármacos, sintéticos o naturales sobre todo provinientes de las plantas, radiaciones...) pero para mantener la salud y no volverla a perder no es suficiente, se hacen necesarios cambios profundos a nivel individual que implican cambios de conciencia, que revertirían asimismo en la sanación del entorno cerrando el ciclo vital. Ese estado de completo bienestar físico, mental y social al que hace referencia la definición integral de la salud se alcanzaría solo en caso de vivir en un entorno sano donde las relaciones de los individuos entre sí y consigo mismos estuvieran alineadas con la biosfera y las necesidades básicas estuvieran cubiertas. Así entendida la salud, parecería que una óptima calidad de vida dejaría de lado el estrés: no habría que esforzarse en conseguir objetivos, ni defenderse de agresiones externas, ni recapitular fallos colectivos e individuales en el funcionamiento...Nada más lejos de la realidad. La agresividad necesaria para defendernos de ataques y satisfacer nuestros intereses básicos está codificada en nuestros genes y sin ella no habríamos sobrevivido como especie hasta nuestros días pero las imposiciones culturales patriarcales y jerarquizadas heredadas del Neolítico y posteriormente de las grandes religiones monoteístas, nacidas en los ecosistemas áridos de Oriente Próximo (como reflejo paradigmático de la interconexión medio natural y cultural), reprimieron la agresividad como paso necesario e ineludible para mantener la estructura jerárquica y el orden en el grupo (entendido éste no como tribu ni clan sino como ciudad o asentamiento fortificado). Hasta nuestros días y con diferentes matices e intensidades, desde una represión moderada hasta la inhibición máxima, la agresividad está social y culturalmente mal considerada sobre todo la femenina, lo cual lleva a diferentes grados de estrés individual y comunitario que generan desde simple malestar físico y emocional hasta afecciones graves pero no invalidantes e incluso enfermedades mortales por su gravedad. Además de reprimir la agresividad la sociedad patriarcal reprime duramente la sexualidad. Este es el primer factor causante de la alta conflictividad intraespecífica de las sociedades y familias humanas: la mujer es objeto de acoso y derribo desde su nacimiento con el fin de aplastar su impulso sexual y convertirla en un individuo sumiso y obediente que se limita a reproducirse. Esto que es más evidente en algunas sociedades como la islámica en general, con diferente intensidad de matices y los sectores más radicales del judaísmo y el cristianismo sigue siendo válido en nuestra moderna sociedad occidental donde los sectores más progresistas y feministas rechazan prácticas sexuales adultas diversas a veces aduciendo la explotación del individuo y el ataque a su dignidad (pornografía, prostitución...). Ciertamente, la sociedad industrial ha reforzado y facilitado la explotación sexual del individuo en todas sus edades y es esta faceta la que hay que abolir pero no la función socializante e incluso comercial que ha tenido desde siempre la sexualidad humana. Baste recordar que en sociedades matriarcales la sexualidad era una función más en la vida individual y comunitaria (p.ej. las mujeres buscaban pareja y para "comprársela" a la madre y  conseguir la dote ganaban dinero con servicios sexuales). Recuperar el matriarcado, entendido éste no como dominación cultural y social de un sexo sobre otro pero sí como la biología ha dispuesto (la hembra humana es biológicamente más activa y agresiva desde el punto de vista sexual que el macho) haría que gran parte de la conflictividad intraespecífica de la comunidad humana desapareciera. Para ello, expertas y expertos en Antropología y Sexología tendrían que encabezar campañas informativas para darle la vuelta a una sociedad cuyo estereotipo es el macho alfa, dominante, agresivo y sexualmente mucho más activo que la hembra suave, blanda, sacrificada y entregada a su familia y a su comunidad.

 

Cereales y lácteos, la base de la moderna alimentación en entredicho...

Una causa de frecuentes alteraciones en la salud es la alimentación. La comida actualmente es un producto de la era industrial: la agroindustria, la ganadería industrial aportan enormes cantidades de carne y vegetales al mercado, el cual no destina estos alimentos al consumo sino a la rentabilidad económica creando excedentes que se tiran mientras que masas ingentes de población pasan hambre. La población alimentada que no pasa hambre desarrolla obesidad en parte debido a la ingente cantidad de azúcares y grasas presentes en la dieta industrial y en parte y sobre todo a la sedentarización y la comodidad de la vida urbana en tiempos álgidos de la abundancia de energía. Estos extremos de la civilización industrial son una importante fuente de enfermedades (metabólicas, reumáticas, digestivas...) pero los cambios importantes empezaron hace 10.000 años cuando la agricultura se implantó y se generalizó. La urbanización y la domesticación del ganado hicieron el resto. De una alimentación basada en la verdura silvestre, la fruta y la carne de caza durante millones de años se pasó hace unos 10.000 años a una alimentación basada en leche y cereales. Ningún otro mamífero consume leche tras el destete. Nuestro tubo digestivo pierde parcialmente la capacidad de asimilar la leche más allá del primer lustro de vida, de forma que si se interrumpe totalmente la ingesta de lácteos durante un tiempo, se pierde totalmente la capacidad de asimilar la leche. En cuanto a los cereales, salvo los acuáticos como el arroz, contienen proteínas tóxicas (gluten en el trigo sobre todo pero también en la avena, cebada y centeno y las prolaminas en el maíz) que son mal toleradas causando distintos grados de afecciones desde simples molestias digestivas hasta problemas de hipersensibilidad y alteraciones del sistema inmunitario (celiaquía en el caso del gluten). La meta a alcanzar es una alimentación sana y equilibrada. Está claro que sano significa comida libre de tóxicos, hormonas, antibióticos etc., habituales en la era industrial pero además equilibrada...La pirámide de la alimentación recomendada coloca en su base el grupo de los cereales, encima verduras y frutas y encima las proteínas de origen animal y por último bollería, grasas y dulces. En la práctica se consumen mucha más carne que verdura y fruta lo cual supone una distorsión. La forma de cocción quemando literalmente el aceite, carnes y vegetales añade también muchos tóxicos. Una alimentación ideal sería la que proviniese de los vegetales silvestres y cultivados de forma ecológica sin químicos y de animales silvestres o domésticos pastando en regimen de libertad o semilibertad y consumirlos lo menos cocinados posibles. Solo en un entorno sano, cultivando la propia comida a la puerta de la casa con los espacios naturales gestionados desde entidades públicas y con criterios científicos podemos aspirar a tal condición.

El cultivo local, espacios verdes, renovables, sexualidad y relaciones sanas...todo un reto sanitario...

Es aquí donde técnicas como la permacultura, cuyo objetivo persigue la sanación del ecosistema, de la gente y de las relaciones que se establecen entre ambos., la filosofía que plantea el rewilding y el tele trabajo y los servicios ecosistémicos confluyen en la visión de una nueva sanidad donde además se promuevan estilos de vida sanos que incluyan el ejericio, una sexualidad sana libre de prejuicios y ataduras y por ende unas relaciones sociales sanas: en definitiva en la transición hacia una sociedad y economía ecotecnológicas post industriales.